lunes, 4 de febrero de 2008

¿Quién sos, Capitalismo?

Un día de octubre empezó la charla, un tanto exótica, entre dos aburridos[1] deseosos de superar ese estado. O quién sabe.

La culpa de todo, decía uno de nosotros, es del capitalismo.

Entonces él decretó la muerte del capitalismo; "le doy dos años de agonía" creo que dijo (no se tome esto como cita, desconfíese de la memoria).

Por eso en una post-data exigí la sentencia del capitalismo explayada.

Desde Pinamar me contestó que el "capitalismo nos ha hecho pensar que si nos gusta lo que hacemos no es trabajo. Que el trabajo es una tortura utilizada por los conquistadores romanos en sus territorios anexados y otras cosillas". Poderoso don dinero, don capitalismo más aún, que nos hace pensar cosas. Por lo menos, persuasivo. A mí me ha hecho creer que el trabajo es una ecuación precisa: se resta de un lado y se suma del otro, y eso es una igualdad, o más precisamente, una equivalencia.

No aplaudo mis matemáticas, pero es algo masomenos así:


+ dinero + tiempo + placer ...... - dinero - tiempo - placer
______________________ = ____________________
felicidad ....................................... infelicidad

Es palabra recurrente esto de la Felicidad, en el Bien Más Preciado, es la cúspide del Deseo. Todos deberíamos aspirar a ella. Lo dice Cohelo y lo repite Bucay, íconos del capitalismo a mi entender, ellos que proclaman a gritos sus recetas felices, tan adecuadas al manejo de poder capitalista. Básicamente, no te rasques las pulgas del sistema, predican. Pero encubierto, obvio, si ellos se creen sus propias recetas de Felicidad.

Entonces me sorprendió una reflexión transgresora. Transgresora de mis límites de reflexión "¿Pero qué hay con los sentimientos? ¿Pertenecen a uno mismo o se complementan con lo ajeno? ¿Si alguien busca a otra persona, es por esa otra persona o para satisfacer su capitalismo espiritual?" me escribió. Pues habría que pensarlo. Le diría que sí, desde el interior del sistema. Le diría que no, cuando no adscribo al sistema.

La reciente caída de la bolsa nos devolvió al tema económico. Mientras le daba la extrema unción, miró hacia adelante en busca "del sistema que va a suplantarlo, que por mi parte sería sencillo: no hay sistema. De la misma forma en que no existe un santuario, ni buenos, ni malos, mi respuesta es esa" finalizó. Y para mí ese final fue un principio:

El capitalismo, agonizante, tal vez esté muerto hace mucho. Sobrevive ese parásito que es la tontera, el pedazo de carne que permanece donde lo han colocado. La parte triste no es el permanecer sino el conformarse con eso y creer que eso es grato. Venden Mar del Plata como el sueño, el deseo, la utopía. Utopía sí (por eso del no-lugar), pero etiquetada. Tal vez ese sea el gran poder del capitalismo, o de este sistema de confort empaquetado; mantener cautiva la mente, la persona, para que no sea persona.
Entonces sí, le acepto que el capitalismo se ha ahogado, digamos que se ha llevado al fondo del ponto a toda esa masa de carne atontada.
Pero es una cuestión lingüística para despistar... Ahogado el monstruo, el atontado cacho de carne cree que recupera la autonomía. Ja! la jugada suprema del monstruo. Porque el monstruo sigue estando, tal vez se llame de otra manera, tal vez venga con otra máscara, pero sigue ahí. No sé si alguna vez pueda ser erradicado, cada vez más me convenzo de que es necesario. Pareciera que sin rebelión no hay crecimiento, y para rebelarse hace falta separarse del opresor, del monstruo.

Y de ahí me fui a la inmanencia de los sistemas y a la Teoría del Caos.Y le requerí una explicación del sujeto de discusión. ¿De qué hablamos cuando hablamos de Capitalismo?

Claro, el tema da para más, por eso lo abrimos.



[1] Los aburridos éramos Fabián Sancho y Clara Luz Muñiz. La charla empezó en octubre del 2007.

1 comentario:

Sancho dijo...

¿Cómo comenzó este sistema?
¿Para querer equilibrar bueyes y canicas como vanamente nos han enseñado en la escuela?
Será eso así. O no. No es el tema. Lo real es que tan siniestro sistema nos ha recortado como sombras javanesas sobre la tela de bambú. Ya no tenemos espesor. Solamente la desconfianza que nos ha quitado la capacidad de creer en otra persona.
No se crean puentes, se destruyen. Es imposible un encuentro puntual (en lo que al puente se refiere).
Si yo traiciono a alguien por dinero (el alma del capitalismo) estoy destruyendo su confianza.
¿Los sentimientos obran de la misma manera? Cual si nuestros sentimientos fueran solo un capital material...