jueves, 7 de febrero de 2008

El valor del número

Uno habla de sentimientos, otra de palabras, y por ahí creo que estamos hablando de la misma cosa.

Por lo menos así lo parece en la distancia, en la distancia que separa la cosa de su nombre. La cosa existe sin preámbulos, la palabra pretende apropiarse de la cosa, la cosa como propiedad. Pero es un deseo, la propiedad de la cosa es un deseo de poder, de poder divino, es el deseo de la capacidad de crear y destruir. Tal vez los sentimientos no existan, tal vez en ese punto no haya cosa y todo sea una construcción lingüística.

¿Cómo entonces contemplaremos al capitalismo, cosa lingüística, señalética complejísima, cuya cosa referida no existe? El capitalismo se apoya en unos de esos sistemas, es un ejercicio de poder que perfecciona las relaciones verticales con delicadísimos matices. Se parece más al yenga, ese juego de palitos apilados; no hay tal equivalencia entre bueyes y canicas. El número que se le otorga al buey pretende asemejarse al de las canicas. El número lo pone una persona, esa persona lo decide en función de su estima por ese producto… Y entonces entramos en el campo de los sentimientos: eso que más deseo, eso me cuesta más entregar. Como la virginidad en tiempos de adoración foucaultina de la sexualidad sagrada.

Algo de fe en el encuentro conservo, no tengo opción, no cuando pretendo proseguir estas palabras entre aburridos.

1 comentario:

* 2 << Deux >> 2 * dijo...

"Tal vez los sentimientos no existan, tal vez en ese punto no haya cosa y todo sea una construcción lingüística"

Sin duda todo es una construcción linguistica que trata de suspuendernos en ilusión de omnipotencia. Las palabras son caramelos que trituramos y humedecemos con nuestra lengua: En el conciente es sólo azucar lo que se apodera de nosotros, en el inconciente no son más que caramenlos con sabor a mentira. Aprendamos a triturarlos y buscar su oculta identidad...

De alguna forma creo que hablabamos de lo mismo cuando dije tiempo atrás algo así como "Para masticar la palabra".

Me gusta el giro que le dan a la cuestión ¡Sigamos inventando otros más!